El Mundo en una habitación
Exposición comisariada por Sergio Rubira para el Centro Párraga Murcia, 2023
Fotografías de Vacío Estudio

Objetos en tránsito, cerámica esmaltada y madera, medidas variables (en sala 400x200x160cm) 2023

Gloria, sabiduría y permanencia, flores preservadas, medidas variables, 2023

Herramientas de conocimiento, cerámica, huevo de avestruz, cuarzo, olivino, madera y rocas, 150x80x90cm, 2023

Naturalezas insólitas, impresión digital sobre papel intervenido, (medidas variables) en sala 800cm, 2022

Sistema de los elementos, tinta sobre papel, (medidas variables) en sala 900cm lineales, 2020-2023

El mundo en una habitación
Sergio Rubira

En 1760, un filósofo chino viajó a Londres. Se llamaba Lien Chi Altangi. Se sabe
porque se han conservado sus cartas describiendo sus experiencias y sus encuentros
durante sus viajes. Uno de los más llamativos fue con una aristócrata, una de esas damas
de lo que los ingleses calificaban como “la sociedad”, que le recibió en su casa. Al
principio ella no le reconoció porque iba vestido como un caballero inglés y esperaba
verlo con un traje típico. Cuando se identificó como Lien Chi Altangi, ella,
entusiasmada, decidió enseñarle su colección de “maravillosos” celadones chinos.
“Querida señora”, nos cuenta que le dijo, “estos, aunque puedan parecer finos a sus
ojos, no tienen ninguna importancia para los chinos; pero, como son utensilios útiles,
[…] tienen un lugar en todas las casas”. Ella le replicó: “¡Útiles, señor! […] seguro que
se equivoca, no se utilizan en el mundo”. “¡Qué! ¿No se llenan con una infusión de té
como en China?”, contestó el filósofo. “Vacíos y sin utilidad en mi honor, señor”, dijo
ella. “Entonces son los accesorios más inmanejables y desastrosos sobre la tierra,
porque no hay nada verdaderamente elegante que no una utilidad y belleza’, respondió
él. “Protesto, estoy empezando a sospechar que es un verdadero bárbaro”, concluyó ella.
Pero, ¿quién era el verdadero bárbaro? ¿Ese viajero que venía de China y que observaba
las costumbres inglesas con extrañeza? ¿O esa dama que coleccionaba corrientes
cuencos para el té, ahora convertidos en adornos encerrados en una vitrina? Todo
depende desde dónde se mire, parecería claro. Nosotros y los otros son condiciones
relativas. O así, quiere evidenciarlo Oliver Goldsmith, el autor real de esas cartas que
aparecieron publicadas bajo el título de The Citizen of the World, muy, muy poco
después de que se abrieran las puertas del Museo Británico.
Las clasificaciones son relativas. Aquello que se piensa exótico, que viene de otro lugar,
lejano en el espacio y quizás también en el tiempo, se revela vulgar muy pronto. Esas
colecciones occidentales de objetos raros, curiosos, maravillosos, confinados en
cámaras y gabinetes, pretendían explicar el mundo, como después querrán hacerlo los
museos, sus herederos, que exageraron su intención taxonomizadora convirtiéndola en
manía y subrayaron su vocación científica y su punto de vista objetivo y universal,
aunque ahora ya sabemos que siempre hay alguien, concreto, que decide cuáles son los
criterios que hay que seguir para hacer el catálogo y escribir el relato.
Lo mismo que hizo Goldsmith, hace Pablo Sandoval (Murcia, 1993) en esta exposición
que es un gabinete de curiosidades, una cámara de las maravillas, en la que las
categorías tampoco funcionan: los objetos cotidianos se inventarían como si fueran
preciosos en listados interminables; lo lujoso es pura apariencia, una simple pátina; lo
instrumental, son esculturas; lo que está muerto, quizás nunca estuvo vivo; lo que es
único, se puede multiplicar… Naturalia parece perder frente a artificialia, siempre
sucede así en los museos y también en sus antecedentes que responden a ese
pensamiento profundamente antropocéntrico de Occidente. Entender el mundo era la
intención, entenderlo tal vez como hizo Xavier de Maistre cuando fue condenado a
permanecer encerrado en su casa durante varias semanas a causa de un duelo. En ese
tiempo, inquieto, incapaz de permanecer entre cuatro paredes, escribe uno de los más
extraños libros de viaje conocidos, Viaje alrededor de mi cuarto (1794), que fue seguido
de Expedición nocturna alrededor de mi cuarto (1825). Maistre cayó en la cuenta de
que lo cotidiano es lo más recóndito; el día a día, lo menos conocido; el yo, lo otro
definitivo.


Sergio Rubira